27 ene 2014

La silla de pensar...

Hace unos años, antes de ser madre, pensaba en eso de como quería yo que fuese la educación de mis hijos. Pero claro, la cosa cambia cuando los tienes delante y nunca funciona lo que has imaginado. Me gusta mucho hablar, razonar y hacer entender pero no siempre la otra parte lo da todo de sí y más cuando hablamos de niños.

Cuando mi hijo mayor tenía unos dos años surgió, con motivo de una trastada eso de “a un rincón a pensar “ y ahí fue donde saltó la voz de alarma dentro de mí y me llevó a mi etapa escolar. Afloró de golpe, sin quererlo y sin saberlo, el rincón de la clase de 6 años al que le llamaban “la mesa de la luna”. Te mandaban allí por todo: por hablar, por no estar bien sentada, por pedir mucho para ir al baño, por no haber coloreado bien, por haber usado boli cuando era lápiz… Y claro, acabas por volverte, o sumisa (= niña buena) o rebelde (=niña mala).

Y ahí entendí cómo me sentía, lo poco que me había ayudado y lo claro que tenía que no lo volvería a repetir.

Lo único que conseguí ante esa situación de mandarlo a un estúpido rincón fue un enfado, una falta de razonamiento total, un malestar por las dos partes pero sobre todo, lo que más me llamó la atención, es que conseguí de todo MENOS el propósito que, se supone, tiene la silla, y es que piense.


Descubrí que ese rincón lo único que hacia es apartar a mi hijo de mí cuando más me necesitaba. Si yo me enfado, no quiero que me aparten sino que me calmen, que me abracen y que aunque deseo tranquilidad, no deseo abandono, ni malos modales, ni menosprecios. Si no lo quiero PARA mí, menos para mi hijo.

Descubrí que apartándolo de esa manera, aumentaba el grado de tristeza, de frustración, de incomprensión.

A día de hoy, tengo muy claro que, aunque debo poner límites y normas a mis hijos, no lo haré a base de desprecio, de falta de atención e incomprensión sino a base de amor, de entendimiento, de escucha porque si a mí me gusta que me repitan las cosas CUANDO no las entiendo, las veces que haga falta, imagino que a un niño, habrá que repetirle las cosas, no diez veces, sino un ciento. Y no me voy a sentir mal por ello.


Yolanda Fortes, Mamá Golondrina
Monitora de la Pedagogía Blanca, Madre y Mentora de Conciliación

Blog: WWW.MAMAGOLONDRINA.COM