29 jul 2013

Las opiniones



Desde los medios de comunicación, las redes sociales, los grupos de amigos, las reuniones familiares, se nos invita constantemente a que tengamos una opinión acerca de absolutamente todo lo que ocurra a nuestro alrededor. Después de sucesos trágicos como el que ocurrido hace unos días en Santiago, de un gran impacto social, las personas se apresuran a emitir una opinión acerca de miles de aspectos relacionados con el hecho (que si deben suspenderse las fiestas, que si fue culpa del maquinista, que si se debe ir a visitar la zona cero, que si hubo o no coordinación entre los medios de rescate, que si las vías están bien construidas etc etc…)

Llama la atención especialmente en este caso, cómo este “habito de opinar”, sirve para “encubrir” de alguna manera el impacto emocional (esperable) después de conocer una noticia de estas características. En muchos casos, la energía emocional suscitada por el conocimiento de estos sucesos, (estados de shock, llanto, tristeza, miedo etc…) es reprimida por vergüenza o por desconocimiento de cómo gestionar todas estas emociones, y es invertida en cuestiones exclusivamente racionales y verbales. Ignoramos nuestra parte emocional, y ponemos en funcionamiento los aspectos racionales, para dar salida a todo ese rebumbio normal de emociones producidas. 

Es común encontrar como esas personas que tienen por costumbre opinar constantemente de absolutamente todo lo que ocurre, han incorporado a su particular modo de funcionar este cambio de foco atencional, sintiendo la necesidad constante de emitir una opinión “racional” de lo ocurrido, para no prestar atención al “resonar” emocional que los sucesos le producen. Esta forma de funcionar supone un gasto de energía mayor, porque a la ya producida por los cauces naturales, se le suma la que el individuo pone en marcha para ir en contra de la corriente y desviar la atención hacia otro lugar.  (Imaginemos, para entenderlo, la energía que nos supondría ir nadando por un río, en contra de la corriente natural del río)

Esa necesidad de opinar y “hablar” constantemente, supone un desgaste de energía innecesario, fruto de la búsqueda constante de palabras que puedan explicar lo inexplicable. Resulta una manera poco saludable que se utiliza frecuentemente para poder dar explicación y justificación a lo que uno siente. 

Una buena forma reguladora de establecer un equilibrio a esta situación tiene varios enfoques:

- Por un lado aceptar lo que venga, a nivel emocional, sin censurar, sin reprimir. Esto supone una tarea de autoobservación y autoconocimiento, para detectar que es lo que se está sintiendo.

- Por otro lado, aceptar eso encontrado. Puede ser miedo, tristeza, recuerdos, ganas de llorar, etc… 

- Dar salida a esas emociones, expresar en la manera que cada uno le permita su organismo (Escribir, llorar, etc…)

- No tratar de encontrar “explicaciones racionales” a las reacciones emocionales o conductuales aparecidas. Todo lo “sentido” y “ vivido “ a nivel emocional, transcurre por un canal diferente al de los pensamientos y la capacidad “racional” de las personas, con lo cual, si tratamos de “entender” y dar una explicación a lo que uno siente, lo que haremos es tapar y disfrazar lo “emocional” de “racional”, cuando son dos cosas diferentes y que discurren por canales diferente.

- Una vez reconocido y expresado lo sentido, se puede “pasar a la acción”, realizando algún gesto, algún acto que ayude a integrar lo vivido internamente y de alguna forma restaurar el equilibrio perturbado por la emoción vivida. Este acto no tiene porqué ser explicable, entendido, justificable. Si restaura, alivia, o ayuda, sirve. No es necesario darle una explicación racional.


Resumiendo,… antes de lanzarnos a opinar, sería bueno que nos diéramos un tiempo para aceptar todo eso que nos descoloca y nos impulsa a emitir explicaciones personales a cerca de lo ocurrido, pensando erróneamente que lo que cada uno piensa u opina va a tranquilizar todo el movimiento emocional, percibido como molesto. 

Si conseguimos “aceptar”, es probable que ya no sintamos la necesidad de “explicar”, y podamos invertir esa energía en cuestiones más saludables e importantes. Las cosas son lo que son, y nunca encontraremos palabras o explicaciones que nos ayuden a justificar lo injustificable. Cuando uno acepta, e integra, consigue la paz. Mientras uno trata de "entender" vive en permanente desasosiego.

HABLEMOS MENOS...SINTAMOS MÁS.


Ana B. Taboada -  Psicólogo
Num Col. G-4678


26 jul 2013

Intervención psicológica en catástrofes



Cuando surgen catástrofes como la acaecida en la tarde del 24 de julio en Santiago de Compostela, surge también el gran debate de si el papel del psicólogo es útil en estos casos, y algunas personas llegan a dudar a veces de que su trabajo a pie de la catástrofe y en las horas posteriores, sirva para algo.

Recuerdo un curso al que asistí hace años, relacionado con la intervención psicológica en catástrofes, donde yo misma fui consciente por primera vez, de la gran utilidad de los psicólogos en situaciones como esta.

A continuación os describo, para salir de dudas, algunas de las actuaciones que estos profesionales pueden llevar a cabo, y que redundan por supuesto en unos buenos resultados, ahora veremos en relación a que:

  • En primer lugar, algo fundamental en la misión de los psicólogos en estos casos, es acompañar a los familiares de las víctimas o los heridos, a lo largo de todos los procesos y momentos que estos tengan que afrontar, como la espera de información, la comunicación de noticias, la expresión emocional resultante, la identificación de cadáveres, la gestión de papeleos, …etc. La idea es que los familiares no se sientan solos en estos momentos, y tengan la sensación de que personas especializadas en dar apoyo emocional, están a su lado en todo momento.
  • Es importante proporcionarles o buscarles espacios físicos donde se sientan seguros, fuera de peligro, y donde su intimidad esté salvaguardada de la prensa, de curiosos o de cualquier agente externo que impida el que puedan expresar o vivir su dolor de la manera que cada persona decida o le permitan sus circunstancias.
  • Por definición, un profesional de la psicología en catástrofes, debería ser experto, o al menos buen conocedor, de la gestión de sentimientos como el dolor. Con lo cual, es su misión ayudar y facilitar la expresión de emociones, así como transmitir a los familiares la idea de normalidad ante esta catarsis (desmayos, gritos, dolores de cabeza, estado de shock, labilidad emocional, etc…). Es importante respetar la forma particular que cada persona individual manifieste de cara a la expresión de emociones. Habrá personas que prefieren estar solas un rato, y otras que necesitan acompañamiento todo el tiempo, algunas personas sentirán la necesidad de gritar o pronunciar el nombre de su ser querido, y otros preferirán llorar de forma silenciosa….El profesional estará atento a las necesidades particulares de cada persona, para responder adecuadamente a ellas, y proporcionarles el apoyo o no apoyo que cada uno demande en cada momento.
  • No favorecer más dramatismo del que ya supone la situación. Esto supone dar una respuesta de tranquilidad sea cuál sea la manifestación del dolor. Esto implica la no victimización de los familiares, la sobreprotección o la transmisión de ideas de debilidad emocional ante hechos tan dolorosos. En estas situaciones, es habitual el pensamiento de que los hechos superan la capacidad de aguante, y sobrevienen ideas de ”rozar con la locura”. Por ello es bueno transmitir que este pensamiento es normal, pero engañoso, es decir, el profesional es el espejo de sostén donde el familiar puede reflejarse, para que este sea consciente de la fortaleza interna que todos tenemos para soportar grandes dosis de dolor, y que tiene derecho a derrumbarse por momentos, con la seguridad de que podrá sostener su gran pesar. 
  •  Transmitir información fehaciente y veraz, a cerca de todos los acontecimientos y sucesos que rodean todo lo ocurrido a su familiar. Uno de los peores momentos por los que pasan los familiares en situaciones de catástrofes, son aquellos donde no obtienen información que les permita comenzar un duelo, o saber del paradero de su familiar. Es importante que obtengan información con la mayor celeridad posible, para evitar el desasosiego que causa la incertidumbre y su difícil manejo. La información dada ha de ser todo lo real posible, por muy dura que esta sea, pero respetando siempre el nivel de profundidad que cada persona pueda soportar. Hay que tener en cuenta que solo teniendo datos fehacientes que aporten realidades, se pueden empezar procesos de duelo o cualquier otro. Solo conociendo la realidad de la situación, las personas pueden empezar a asumirlas, mientras que la incertidumbre supone una situación emocional más difícil de manejar.
  • Estar en permanente disposición de los familiares para cualquier demanda que estos puedan emitir, como la necesidad de alimentos, agua, mantas, necesidades de sueño, etc…cualquier necesidad que su satisfacción suponga una manera facilitadora de soportar la grave situación. 
  •  Preparar a los familiares para el momento del reconocimiento de cadáveres, informar de posibles situaciones con las que estos se pueden encontrar, y detectar cuales, de entre los distintos familiares, están más preparados o predispuestos para el afrontamiento de esta tarea. Es importante respetar el ritmo de cada uno para tomar este tipo de decisiones, recibir con normalidad estados iniciales de negación y solo asesorar o proponer actitudes consideradas por el profesional más saludables, cuando se observe que las personas están preparadas para dar un nuevo paso y asumir y responder ante la situación de nuevas formas que vayan dirigidas hacia un comienzo normalizado del duelo.
  • Estar en permanente situación de escucha, acogiendo con total aprobación todo lo escuchado y emitido, sin penalizar ninguna emisión ni censurar ni corregir palabras, frases, emociones, sentimientos. Hay que ser conscientes de que cada persona tiene su particular e individual forma de sentir y expresar, y sobretodo en momentos donde la situación es abrumadora y no controlable en fases iniciales.



En realidad, y resumiendo todas estas actuaciones, podríamos desmitificar la actuación de los psicólogos en estas grandes catástrofes, afirmando que ninguno de los extremos que a veces se escuchan son ciertos, es decir, no es cierto que los profesionales de la psicología no ayuden en estos momentos, pero tampoco lo es el que los psicólogos “alivien” (como se dice en algunos medios de comunicación estos días) el dolor de las personas. Digamos que más bien ayudan a gestionar ese dolor, a expresarlo de formas saludables, a proporcionar espacios que lo permitan, y a no sentirse solos en esos momentos. 

Se habla mucho de “qué se le dice en estos momentos a las personas que pierden a un familiar”, y yo creo que no es tanto un momento de palabras, sino de acompañamiento. Este acompañamiento puede ser en forma de abrazos, de cercanía física, de satisfacción de necesidades, de escucha, de contención emocional, de apoyo. En momentos como este, el impacto emocional vivido cobra protagonismo en relación a las partes racionales de las personas, con lo cual, si lo que prima es un lenguaje emocional, no tiene sentido responder desde los profesionales con un lenguaje más racional o verbal. Por eso es importante estar atento a cuales son las necesidades emocionales de las personas en estos momentos. Es decir, resulta mucho más terapéutico en estos momentos un abrazo, que una palabra. 

Y por último añadir, que los psicólogos son catalizadores en estas situaciones, ayudadores, y facilitadores, pero desde luego nada comparable al alivio o cura que puede suponer el abrazo o la cercanía de los amigos y familiares, con lo cual también es misión de los psicólogos el propiciar y facilitar que estos hechos se den.


Ana B. Taboada - Psicólogo
Num Col. G-4678



16 jul 2013

La actitud ante la muerte



Son demasiadas personas las que últimamente, fruto de largas o cortas enfermedades como el cáncer, o accidentes tontos y fortuitos, nos dejan. Demasiadas como para no percatarnos o que pasen desapercibidas. Y en relación a las actitudes que rodean estas muertes, se produce un fenómeno cuanto menos curioso, que llaman mi atención, y comparto ahora con todos vosotros. 

Y es la imagen que la sociedad quiere dar a cerca de lo que considera las actitudes más favorables o “mejor vistas”, de cara a la muerte. A nadie se le escapa, y a mí tampoco, cuales son los actitudes aprobadas por la sociedad en este sentido, qué aspectos son los que se resaltan una y otra vez, que tipo de palabras se escuchan en la tele, en un tanatorio, o en los corrillos de amigos y familiares, cuando se refieren a la “actitud” de las personas que encaran la muerte, ya sea de forma directa (personas afectadas), o indirecta (familiares y amigos allegados). 

Y por eso es muy frecuente escuchar cosas del tipo de: “ha sido un luchador”, “nunca se ha rendido”, “le importaban más los demás que él mismo”, “ha mantenido siempre la entereza”, “no ha derramado ni una lágrima”, “ha aceptado la situación con mucha entereza”, etc etc…

Hay todo un mundo de emociones, sentimientos y actitudes relacionadas que suscita y rodea al tema de la muerte, y sin embargo, la gran mayoría de las personas cuando se encuentran en ámbitos sociales, solo hacen mención a una parte, y no es casualidad que justo lo que comentan, es justo a lo que todos dan importancia. Y pocos se atreven a dar relevancia a otros aspectos, porque ver la otra cara de la moneda, sería, socialmente, dejar en mala posición al que se ha ido o a sus allegados.

Es por esto que no se habla del miedo, del llanto, de los momentos “bajos”, de las miles de veces que alguna persona se ha preguntado “¿por qué?”, de los intentos de “tirar la toalla”, de las maldiciones a la divinidad o a la vida en general, del profundo sentimiento de soledad o tristeza, del pensamiento de injusticia, de la sensación de “no me lo merezco”, del abandono de las fuerzas, del “ya no puedo más”. Etc, etc…..

Sentimientos y pensamientos tan reales, necesarios, y sanos dependiendo el momento, como los anteriormente mencionados. No se entiende muy bien el porqué de la mala prensa de estos sentimientos, y parece que uno solo se encara adecuadamente con la muerte, si lo hace con “entereza”. Nadie o pocas personas hablan de esta parte, y solo valoran como positivo, y así lo cuentan, LA ENTEREZA.

La entereza es una actitud fruto de un proceso, no se alcanza esta de repente, en un minuto, o un día después de que ha sido comunicado un diagnóstico, o una muerte, o una mala noticia sea cual sea. La entereza es como la paz que uno encuentra, después de haber pasado por otros estados, estados que conllevan el miedo al que me refería, las dudas, la inseguridad, el terror que a uno le entra al conocer la nueva situación. Si lo que aparece en los estados iniciales es entereza, algo está fallando, algo está dejando de sentirse o ser vivido. 

La reacción natural ante la muerte es un estado de shok , desencadenante de toda una serie de sentimientos y emociones que nada tienen que ver con la entereza y la fortaleza. Bien es cierto que en función del carácter, personalidad, o forma de ser de cada uno, todos lo viviremos de formas diferentes, o lo mostraremos de formas diferentes. Pero que dejen ya de contarnos “el cuento” de que todo el mundo es fuerte, de que eres mejor persona si no lloras, o de que has afrontado tal o cual situación, como se esperaba….con entereza.

Esto solo ayuda a que en nuestro inconsciente, sigamos penalizando otros sentimientos naturales, y que forcemos a nuestro organismo a fingir que “no pasa nada”, que “todo está bien”, que ”asumo esto con entereza, porque parece que eso es lo que se espera de mi”. 

Y nos olvidamos que “El cuerpo grita, lo que el corazón calla”. Si no damos espacio para que surja lo que en cada momento ha de ir surgiendo, tarde o temprano lo hará igualmente, saldrá estrepitosamente, de una forma no sana, y en un momento seguro que no adecuado. 

Que no nos cuenten cuentos…..esas personas que se han ido, han sentido miedo, han llorado o al menos han tenido ganas de hacerlo, han sufrido, han sentido cansancio por la lucha, han sentido tentaciones de tirar la toalla, han perdido las fuerzas en algún momento…..y todo ello NO ES MALO. Es sano y natural, de la misma manera que lo es el recuperar las fuerzas, el ser positivo, el salir disparado hacia arriba después de tocar fondo, el integrar cada una de las cosas que van pasando y aceptarlas, el asumir la situación y acostumbrarse a una nueva normalidad, para que al final, uno pueda, actuar con ENTEREZA.

Estas personas, no han sido ni mejores ni peores que otras, en función de lo que hayan sentido, pensado o expresado, de cara a la muerte. Han sido personas. Todos somos iguales en esto, y todos hemos de pasar por estados muy similares. Y no hay personas mejores o peores,en función de su manera de encarar la muerte, hay la que a cada uno le toque en cada momento. No se es peor persona porque se  llore, o se tengas miedo, ni mejor persona porque se tenga "entereza". 

Que cada uno sienta y exprese lo que en cada momento le venga. Y eso, ...lo que llegue, será lo correcto.


Ana B. Taboada - Psicólogo
Num col. G-4678




9 jul 2013

Reformulando.....



Reformulando los mensajes que capta nuestro inconsciente a través del cine, las canciones, libros, etc....

  • "Me haces sentir como una mujer".... por...."Yo me siento mujer por mí misma, eso nada tiene que ver contigo"
  • "No puedo vivir, si vivir significa estar sin ti"....por...."Yo elegí amarte, debo haber querido hacerlo entonces, pero ahora he cambiado de opinión"
  • "La gente que necesita a la gente"....por ...."La gente que necesita de la otra gente, es la gente más desgraciada del mundo. Pero la que quiere amor y disfruta de la gente, es la que logra ser feliz."
  • "Me haces tan feliz"....por..."Yo me hago a mí mismo muy feliz por las cosas que me digo a mí mismo respecto de ti."
  • "Tu eres el rayo de sol de mi vida"...por..."Yo soy el rayo de sol de mi propia vida, y el tenerte a ti, lo hace brillar todabía más"
  • "Sin ti, yo no soy nadie".....por...." Yo puedo dejar de amarte, pero no quiero".

Fuente: "Tus zonas erroneas". 
Wyene W. Dyer.


Actualización de mi mismo.



Me he dado cuenta de que muchas personas, incluida yo misma, hemos dedicado mucho tiempo de nuestras vidas a tratar de conocernos, de saber como somos, para poder reunir todo ello en una serie de adjetivos que nos puedan definir como personas, y eso parece que nos da seguridad y que conforma un buen traje o una buena tarjeta de presentación para aparecer ante los otros. 


Es por esto que a veces nos autodescubrimos a nosotros mismos autodefiniéndonos como una persona responsable, o extrovertida..., aplicada, u ordenada.... dormilón, o despreocupado. .. Amistosa o miedosa... Étc..,, todo ello... para que con en el paso de los años me de cuenta de que nada de esto es cierto, y del peligro que supone a veces el tratar de limitar nuestra conducta a un adjetivo, dado que nuestro inconsciente es muy pícaro, escucha estas palabras, y puede que trate de ajustar nuestro comportamiento a los adjetivos que nos hemos puesto, de modo que siempre "escogeremos" para nosotros aquellos comportamientos que coincidan con la etiqueta que nos hemos puesto, para que no se nos derrumbe la torre, los muros de contención que nos protege, o la careta que nos da seguridad.


La realidad es, que cada momento presente es una actualización de mi misma, y así como ayer tuve comportamientos de timidez, hoy me sorprendo un poco extrovertida,... Y así como ayer me parecía que era una persona ordenada, hoy me apetece vivir en mi particular caos o desorden. No soy nada de lo que los demás dicen que conocen de mi.... porque en un momento determinado soy todo lo contrario. Es la maravilla de sentir que uno puede discurrir a través del continuom, de un polo al otro, y sin que ello suponga una incomodidad, una despersonalización, o una falta de identidad, dependiendo del momento, la compañía, el estado emocional. ... 


Ha sido maravillosa la catarsis de darse cuenta... de que en cada momento, soy una actualización de mi misma.

Ana B. Taboada