He cumplido uno de mis pequeños sueños… tocar un djembe. A falta de tener uno propio, este me lo han prestado (¡!gracias Lu!!).
Solo han pasado un par de días desde que lo tengo, y sin embargo han sido suficientes para “darme cuenta” de algunos detalles importantes, necesarios para saber tocar bien un djembe… y la más importante es: tocar un djembe no es algo muy diferente a…tocar la vida. Y de esta se derivan el resto de las condiciones necesarias para tocar “bien”.
1. He descubierto que para tocar un djmembé, no es necesario conocer todas las técnicas para hacerlo, o todos los ritmos existentes, o ser famoso tocándolo….tocarlo “bien” es … disfrutar tocando.
De poco sirve que seamos especialistas en algo, si no disfrutamos haciéndolo. Al igual que de poco sirve que yo sepa “mucho” de la vida, tenga varias carreras, lea muchos libros, sepa mucho de todo, practique muchos deportes, hable con mucha gente….si no disfruto haciéndolo.
2. He descubierto que no todos los ritmos se adaptan a la melodía….a veces requieren ir más despacio, otra veces más rápido, otras más suave, y otras más fuerte. En saber cuál es el ritmo que se le adapta mejor, juega un papel muy importante la intuición y el oído. Primero has de escuchar, dejar resonar la melodía dentro de ti, y después confiar en que tu intuición será capaz de adecuarse, dando lugar al ritmo que acompaña la situación, para que el resultado sea un compendio que transmita armonía, y no una disonancia.
Y esto mismo es lo que subyace a las disonancias en nuestras vidas…En el discurrir de ellas,… no siempre el ritmo que llevamos acompaña a la melodía que suena….unas veces, porque no la escuchamos, solo la oímos… y otras, porque aun escuchándola, no somos conscientes de que tenemos “intuición”, y consecuentemente no la usamos… El resultado es: la cosas, personas, circunstancias, nuestro interior… nos hablan…y nuestra respuesta en el diálogo resulta ser un “ritmo” que no crea armonía entre lo escuchado y la respuesta, dando como consecuencia conflictos, incomprensión, malos entendidos…infelicidad.
Hay ocasiones en las que el djembé de nuestra vida requiere que lo toquemos despacio, lentamente, saboreando cada momento, o prestando atención a lo que tenemos delante, adaptándonos al ritmo lento de otros, o aceptando en la lentitud la profundidad y el encuentro…y otras veces requiere que aumentemos la velocidad, dejando salir nuestra parte “loca”, para el disfrute, para la catarsis. En muchas ocasiones el estado de ánimo marca la velocidad del ritmo, en otras, la marcan la adaptación a las circunstancias externas…pero el resultado siempre es el mismo…armonía entre la melodía y el ritmo.
Hay melodías que hacen que los dedos, simplemente resbalen sobre la piel, y los sonidos resultan suaves, como suaves las situaciones en las que hemos solo de “acariciar”, contener, saber estar, aportar límites de seguridad a nosotros mismos o a otros.
Pero también las hay que requieren un movimiento fuerte y firme de nuestras manos, y los movimientos son definidos, claros…como claros hemos de ser en situaciones donde es necesario aparecer ante los otros como definidos y con límites.
3. También he descubierto que la piel del djembé responde a mis movimientos de formas diferentes, dando como resultado sonidos diferentes…es decir, puedo tocarlo de forma poco precisa, difusa, torpe, ….impidiendo al jdembé que resuene, y entonces el sonido es vago, pobre, artificial, como si yo le “forzara” a sonar de una manera determinada….o también puedo tocarlo buscando la definición del movimiento, y para esto tengo que controlar el tiempo prudencial, el cual mis manos han de estar sobre el djembé…ni más, ni menos….el tiempo exacto para que la fuerza y forma ejercidas transmitan al instrumento la información necesaria para que este pueda emitir el sonido, de forma libre, dejándolo resonar y provocando con ello un sonido real, verdadero y completo.
Esto es lo que ocurre cuanto “tocamos” la vida. Podemos tratar de influir sobre ella de forma poco definida, sin mostrarnos tal cual somos, sin expresar nuestro deseo real por miedo, y el resultado es difuso y “suena” artificial….o podemos tocarla de forma clara, con la definición suficiente para dejar ”vibrar” todo a nuestro alrededor, para que todo se nos muestre tal cual es, y que den como resultado situaciones reales y honestas, fruto de la apertura honesta del que “toca”, para expresar sin miedo, y recibir sin miedo.
4. Mi djmenbé también tiene otra peculiaridad…no siempre suena igual… si lo toco por los laterales suena agudo….a medida que me voy acercando al centro, el sonido se hace cada vez más grave, llegando al punto central, donde el sonido alcanza su máximo valor de gravedad. Si trato de buscar un sonido agudo, pero mis dedos no tocan en el lugar exacto, el sonido no será el que yo busco. Y viceversa, si lo que busco es un sonido grave…tendré que alejarme de los laterales
De forma paralela, los “sonidos” que la vida nos devuelve, son el resultado del lugar donde yo he “tocado...la vida sólo nos devuelve aquello que nosotros hemos provocado, es la respuesta a nuestros movimientos. De este modo, hemos de respetar que no todos los “sonidos” son iguales…unos son agudos, otros graves… y otros, una mezcla de ambos, dando toda una tonalidad de sonidos, que van de grave a agudo. Si lo que obtenemos como resultado, no es lo que queríamos, tendremos que plantearnos que quizás no hemos tocado en el milímetro adecuado de la piel del djmbé.
5. Por último decir, que al principio es difícil… parece que el djmbé va por un lado, y la intención del que lo toca por otro…es necesario un periodo donde persona y djembé han de conocerse, saber cómo toca uno...como responde el otro…y poco a poco, el conocimiento lleva a mejores resultados, de manera en que llega un momento en que hay una fusión entre uno y otro, y el músico conoce perfectamente cómo le va a responder el instrumento, y el instrumento responde en consonancia a lo que el músico le pide.. es entonces cuando surgen las grandes melodías, las armonías, la fluidez y la unión de ambos lados en una unidad que avanza al unísono
La vida tampoco es fácil al principio….es necesario esa etapa de conocimiento…de “músicas frustradas” donde nada suena bien…de fracasos musicales donde lo que el “músico” pide no lo responde el instrumento.
Pero llega ese momento de “fusión” con la vida, donde por fin todo suena y resuena… donde hay entendimiento entre unas partes y otras, cuando sabemos “dónde tocar” para obtener los sonidos deseados… y cómo matizar nuestros movimientos, para que en los resultados también haya variedad y distintas posibilidades.
La vida es como mi djembé…..en la cual percibo a los de mi entorno como otros djmbés a los que tengo que aprender a tocar, y respetar su multitud de sonidos, y donde yo me pongo al servicio de los demás, de jembé con sus vidas, para dejarme “tocar” y tratar de emitir sonidos que armonicen con sus melodías.
Ana Taboada. Psicólogo.