21 may 2013

La ayuda sana



Os dejo un fabuloso texto de Adriana Reyes, donde nos aclara aspectos muy importantes, que no solo tienen que ver con la psicoterapia o los terapeutas. Todos en algún momento de nuestras vidas necesitamos ser ayudados por otros, o somos ayudadores de otros, independientemente de que esa sea o no nuestra profesión. Hay muchas maneras de ayudar...y en contra de lo que pueda parecer...hay maneras no sanas de ayudar. 

Ana B. Taboada


Como psicoterapeuta me encuentro todos los días con esta pregunta. ¿De qué manera poder ayudar a alguien sin que te cueste tu salud emocional? Más allá de mi profesión, también como persona muchas veces me encuentro con este dilema. ¿Cuál sería la forma "correcta" de ayudar, para que la persona ayudada se sienta confiada, y para que la persona que ayuda no se desgaste, o no asuma un rol o un papel que no le toca? Todos necesitamos de la ayuda de otros y los otros necesitan nuestra ayuda. Es sólo a través de la ayuda que se nos presta desde el mismo momento en que nacemos, que podemos crecer y desarrollarnos como personas. Sólo en la medida que hayamos tomado de otros, estaremos preparados para poder dar al otro. Ayudar es un arte que requiere sintonizar con aquel a quien se ayuda. Ayudar no solo sirve a los otros, sino a nosotros mismos ya que la ayuda es recíproca y se regula según la necesidad de compensación. Quien recibe de otros lo que desea o necesita, quiere dar y con este acto compensar la ayuda recibida. 
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¿Ayudar a cualquier precio? No. Ayudar de cualquier manera no solo no es sano, sino que no beneficia a nadie, ni a la persona ayudada y al ayudador. Si se respeta la relación entre ayudador-ayudado puede ser una relación provechosa y sana por ambas partes. Si no se respetan estos órdenes, acaban conviertiendose en desordenes que pueden llevar a la enfermedad, o al conflicto de alguna manera o de otra. ¿Os suena el rol de salvador, el rol de mamá/papá, el rol de niño cuando estamos ayudando a alguien? Estos son solo algunos desórdenes de la ayuda que podemos corregir, si tenemos en cuenta algunos aspectos importantes como por ejemplo: no juzgar,ponerse a ayudar desde el adulto y no desde el niño demandante o exigente,dar lo que se tiene para dar, no dar más de lo que nos toca, etc. 


Para poder ayudar, primero tenemos que haber recibido y tomado. Solo entonces sentimos la necesidad y la fuerza, de ayudar a otros, especialmente cuando esta ayuda nos exige mucho. Esto presupone, que aquellos, a quienes queremos ayudar y lo que estamos dispuestos y capaces de dar, lo necesiten y quieran recibir. Si no, nuestra ayuda cae en el vacío.

Principios y órdenes de la ayuda

  • Sólo podemos dar aquello que tenemos y sólo podemos tomar aquello que realmente necesitamos. El primer orden de la ayuda sería que uno da solamente lo que tiene y solo espera o toma, lo que necesita. El primer desorden de la ayuda comienza allí, donde uno quiere dar lo que no tiene, y el otro quiere tomar, lo que no necesita; o cuando uno espera y exige del otro,lo que éste no puede dar, pues no lo tiene. No ayuda llevar el destino, sufrimiento, dolor, carga, sentimientos,… de los demás, porque sólo al otro le corresponde llevarlo y si lo tomamos en su lugar, le quitamos la oportunidad de aprender. ¡Cada uno tiene la fuerza para llevar su propio destino! El dar y el tomar tiene sus límites. El arte de ayudar consiste en percibir esos límites y respetarlos. 
  • Sólo se puede cambiar aquello que las circunstancias permitan y realmente se necesite cambiar. Negar o tapar las circunstancias en lugar de afrontarlas junto con la persona que busca ayuda lleva a otro desorden de la ayuda. La necesidad de cambiar el destino de otra persona, depende muchas veces, de lo difícil e insoportable que se le hace a uno mismo aceptar la realidad del otro. En este caso, si la persona que sufre accede a cambiar y lo hace por complacer o para que no le recriminen, entonces, realmente no se da el cambio. Identificarse con lo duro de las circunstancias, y querer ayudarlo a toda costa sin ver su contexto, y sus necesidades, complica y dificulta en vez de ayudar. 
  • La posición de ayuda útil es aquella en la que nos aproximamos al otro como lo que es: un adulto. En caso en que la persona se encuentre en una posición de niño, ayudarle a llegar al adulto. Si como ayudadores nos encontramos en una posición de adultos, es más fácil que los roles padre-hijo NO se lleguen a dar. Hay personas que tratan a otros adultos como si fueran “hijos” y esto genera una relación parecida a la que dicha persona tiene con sus padres reales, con sensación de desconexión y descontento. Para que alguien crezca como adulto necesita tomar a sus padres biológicos y adoptivos, si los hubo, y despedirse con respeto y gratitud por lo que recibió de éstos. Si tratamos al ayudado como un niño que no se puede valer por sí mismo, el ayudador tendrá el control sobre nuestra vida, lo cual acabará provocando, un sentimiento de malestar, frustración y rabia mutuos. La ayuda “sana”, consiste en un “acompañamiento” en el camino de la vida hasta el punto donde uno elija y pueda, y después seguir cada uno su vida, desde la libertad. No forzar la ayuda, si la persona no quiere ser ayudada, la ayuda no sirve.. Si hablamos de la relación terapéutica en concreto, por supuesto, el terapeuta no se puede hacer amigo del paciente, ni establecer ninguna relación personal, porque entonces se altera el orden de la ayuda. 
  • La empatía que ayuda es la que mira con amor a todos los miembros de la familia, sin olvidar a los excluidos. La persona, está inmersa dentro de un sistema familiar. En ocasiones el ayudador, toma partido por alguien a quien se quiere ayudar y esto implica ponerse en contra de otros miembros del sistema familiar. Esto solo ayuda a “atrincherarse” en su postura y no a buscar una solución de reconciliación e integración. ¡No hay familias mejores o peores!, ¡No hay destinos mejores o peores!. La solución está en asentir a la vida tal como es. 
  • Amar a la persona tal y como es, por mucho que se diferencie de mí. De esta manera abrimos el corazón al otro. Si juzgamos, la ayuda está destinada al fracaso. Los juicios sobre lo que está “bien” o “mal”, sólo reflejan los valores creados y al decirle a alguien lo que es bueno pare él, tratamos de “educarle” en nuestros propios valores, sin permitirle que cree los suyos propios y los siga, aunque no coincida con los nuestros. Esto, en lugar de ayudar, crea inseguridad en el que busca ayuda y le hace dependiente. 
¿Cuál sería pues la ayuda sana?

Si ponemos de lado nuestras intenciones o deseos personales, y ponemos de lado también como deben ser las cosas, dejamos de lado una imagen de solución impuesta por el ayudador. La solución que creemos correcta, puede ser la equivocada para esa persona. ¡No existen recetas iguales para todos! Cada persona es única, y necesita cosas diferentes. Es importante:


  1. No imponer nuestro criterio personal, sino dejar a la persona que descubra el propio. 
  2. Darnos cuenta de la necesidad real del otro, dándole todo el espacio y tiempo que necesite para descubrirla.
  3. Dejar que sea la persona que tome las riendas de su vida, aunque creamos que lo está haciendo "mal" tiene derecho a equivocarse, y así se aprende también.
  4. Comprender, respetar y no juzgar su punto de vista. .
  5. Ir dando pasos percibiendo en cada momento, ¿cuál es la necesidad inmediata?
  6. No asumir responsabilidades que no nos corresponden.
  7. Cada uno permanece libre, sólo a partir de esta libertad es posible la ayuda.
  8. Lo esencial, es saber si nuestra ayuda fortalece o debilita a quien nos la pide. 
La relación de ayuda, desde mi punto de vista, consiste en facilitar que la persona se haga responsable de su propia vida, sin crear vínculos que dificulten una visión objetiva del problema

El objetivo es a unir, con humildad, aquello que estaba separado.En el caso de la psicoterapia, se encuentra al servicio de la reconciliación con la vida y especialmente con los padres y su sistema familiar. Es importante ponerse servicio de todos, sin hacer distinciones entre buenos y malos. Aquello que se reconcilie en el corazón del terapeuta, también se reconciliará en el corazón de su cliente y en el de su sistema familiar.


Adriana Reyes
Psicoterapeuta integradora
Psicóloga Col. 19.831

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