Muchos padres se frustran cuando observan atónitos como su hijo no para de mentir, e intentan muchas formas de pararlo y hacerle comprender que no se debe mentir. En la mayor parte de las ocasiones, no significa que el niño sea un mentiroso compulsivo, ya que las causas más comunes son la frustración, la inseguridad y el miedo al castigo.
El porqué y las causas del mentir en los niños
Todos hemos mentido en alguna ocasión con distintas finalidades, lo mismo ocurre cuando somos niños. Pero ahora, como padres, estamos al otro lado, y no nos gusta que nuestro hijo sea un mentiroso.
Cuando aun son muy pequeños, las mentiras suelen estar más relacionadas con su fantasía y con su imaginación, sin pretender nada específico con la mentira. Pero, sí debemos corregirles para evitar que esto se convierte en algo que utilice con frecuencia cuando sea más mayor.
La edad de aparición de las mentiras con intención específica, según muchos especialistas giran en torno a los siete años, aunque hay otros muchos que defienden que puede aparecer entre los 3 y los 6 años.
Pero lo que más nos interesa es saber la causa, para poder ponerle el remedio adecuado.
Las causas más frecuentes son:
- El miedo a que les castiguemos: es una de las principales razones que les lleva a mentir.
- Llamar la atención: cuando se sienten desatendidos, pueden falsear problemas con el hermano, el que les duela algo, etc.
- Frustración: cuando se sienten frustrados por algo, pueden precisamente ir contando lo contrario.
- Por imitación: si lo ven en los adultos que lo rodean, pueden entenderlo como una práctica válida, por lo que lo primero será darles un buen ejemplo y no mentirles a ellos.
Claves para que actúen los padres
Si usas el castigo como método para erradicar las mentiras de tu hijo, debes usarlo bien. Mira el siguiente artículo que te dará pistas de cómo hacerlo: El castigo, cómo utilizarlo bien. Aunque, antes que el castigo, existen otros métodos para modificar conductas: ¿Cómo modifico la conducta de mi hijo?
Siempre dale un buen ejemplo, no debemos prometer cosas que no podemos cumplir o bien intentar engañarle, por ejemplo, con la comida. Así lo único que hacemos es enseñarle a mentir.
Cuando le pidamos explicaciones, habrá que dejarle que hable y que las de, y no anticiparnos a sus respuestas presuponiendo hechos. Si se atreve a reconocer la propia mentira o a reconocer el error que quería encubrir, habrá que reconocerle la valentía que ha tenido, aunque tenga sus consecuencias.
No hay que reprender solo el hecho de mentir, hay que hacerle ver las posibles consecuencias de la mentira y el impacto de sus mentiras sobre los que le rodean.
Cuando haga preguntas comprometidas, es mejor decir que no se sabe o que lo averiguarás, que mentirlo.
Refuerza su autoestima y bríndale la confianza que se merece. De esta forma le transferimos la responsabilidad de sus acciones y ello revierte positivamente para acabar con las mentiras.
No debemos reír nunca las mentiras ni las gracias, cuando no la tienen. Ni nosotros, ni los abuelos, tíos, primos…
Fuente:http://www.psicoglobalia.com
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