A lo largo del proceso de crecimiento y desarrollo madurativo de los niños, estos pasan por varias etapas, en las cuales, desarrollan miedos o ansiedades que son evolutivos, es decir, que en principio cumplen una función en ese momento presente, y que se considera como algo “normal”. El cómo reaccione el entorno del niño (padres, maestros) a esos miedos y esas preocupaciones de los chicos, va a condicionar si esto se queda en una simple preocupación, superada con el paso al siguiente estadio evolutivo, o esa miedo se queda anclado en el niño, impidiéndole pasar a las siguientes fases correspondientes por su edad, y llegando en algunos casos a patologizarse.
Consideramos que una conducta o comportamiento de miedo se ha patologizado, y es susceptible de atención profesional, cuando interfiere con la vida normal de el niño y/o su familia, llegando a provocar grados altos de sufrimiento, e impidiendo que el niño se sienta libre para actuar de una forma normalizada, la esperada para él dada su edad, su forma de ser, su temperamento, sus gustos, etc…
Pongamos ejemplos:
Las preocupaciones que por edad son más habituales en los niños de 8 y 9 años, son el rendimiento académico y en los deportes. Este miedo al fracaso en la escuela o a “no dar la talla” practicando algún deporte, se puede considerar normal en esta edad, y cumple una función, es decir, forma parte del proceso madurativo del niño.
A través del afrontamiento natural de situaciones dónde él miso ponga en tela de juicio su capacidad de éxito o fracaso en estos campos, irá interiorizando de una forma más madura estos conceptos, llegando un momento dónde su miedo perderá protagonismo, en el momento en el que enfrentarse con esas situaciones ya no le provoque esa angustia adaptativa. A través de su propia experiencia, se dará cuenta de que el miedo desaparece cuando se ve capaz de afrontar esas situaciones y se asume a sí mismo como capaz de gestionar todas las consecuencias que de ello se deriven.
Pero el que este paso se dé, depende en gran medida de la respuesta que reciba del medio ante estos hechos. Por eso, os pongo a continuación varias recomendaciones, para este caso en concreto, que ayudarán a que los miedos de nuestros chicos se superen sin gran dificultad para ellos y sus familias.
- Valorar el esfuerzo del chico, no el resultado. Es muy importante que ante los esfuerzos de los niños, no sientan que solamente son valorados si obtienen una buena puntuación, o quedan en buen lugar. Obtenga la puntuación que obtenga, el chico ha de saber que su entorno está contento por el esfuerzo realizado.
- Felicitar siempre por el resultado, sea el que sea. No esperemos a felicitar a nuestro hijo o alumno, solo cuando haya obtenido una puntuación que nosotros consideramos extraordinaria. Si la puntuación es buena, o medio buena, felicitémosle igual, relacionándolo siempre con el grado de esfuerzo que él haya aplicado. Si consideramos que el esfuerzo no ha sido el suficiente, los resultados son malos, y sabemos que nuestro hijo no obtiene mejores resultados por falta de esfuerzo o dedicación, animémosle a esforzarse más y expliquémosle que sus bajos resultados se deben a su falta de esfuerzo. Si encontramos herramientas para motivar al chico, y conseguimos que se dé cuenta de qué cosas puede él hacer para llegar más lejos, estaremos consiguiendo que él sea el primer interesado en alcanzar mejores resultados. (Se trata de aprovechar toda la fuerza de la energía a nuestro favor, y no sentir siempre que gastamos grandes dosis de energía luchando contra un gran mostruo que opone resistencia)
- No marcar límites en sus resultados. Si por ejemplo, ponemos a nuestro hijo un límite de 7 (sobre 10) en las puntuaciones de sus exámenes, y le decimos que si obtiene menos de esa nota, consideraremos que no es un buen resultado, nuestro hijo no se esforzará por aprender y por hacer bien sus tareas, sino que sus esfuerzos irán encaminados a conseguir la nota límite, la cual marca para él la aceptación o no de sus padres. Esto se debe a que el chico interioriza, sin que nosotros nos demos cuenta, que si saca menos de ese límite que le hemos impuesto habrá una serie de consecuencias negativas para él, como regañinas, y sobre todo su no aceptación por parte de su entorno. Los chicos van desarrollando su autoconcepto y su autoestima a través de todas estas experiencias, y estará dispuesto a hacer lo que sea con tal de sentirse querido, aceptado y respetado.
- No mostrar conductas de enfado o reprimenda ante malos resultados. Si la conducta normal por sistema ante los malos resultados del chico es una reprimenda, este desarrollará una ansiedad anticipatoria, es decir, ante cualquier hecho que suponga un nuevo reto, se pondrá nervioso y desarrollará sensaciones de ansiedad, porque en su mente se está produciendo asociaciones del tipo de: “si obtengo un mal resultado en esta tarea, mis padres me reñirán, y yo me sentiré mal”. Los chicos tienen la tendencia a evitar ese malestar fruto de la mala reacción de sus padres, y en muchas ocasiones optan por la evitación de la tarea susceptible de “éxito o fracaso”. Ante la duda y la posibilidad de fracasar de nuevo y las consecuencias posteriores que le crearán malestar, prefiere no enfrentarse a la tarea.
- No obligar al chico a enfrentarse a lo que le produce miedo. Respetar sus ritmos y sus tiempos. Ante una situación que al chico le produce miedo o cierto grado de ansiedad, no debemos obligar al niño a enfrentarse a él. Lo aconsejable es tratar el tema con naturalidad, para que el chico no reciba una presión del entorno, añadida a la que él ya se somete. Acompañar al niño en los pasos que le acercan al afrontamiento de la tarea, con palabras de aliento y apoyo, y transmitiéndole sentimientos de seguridad y confianza, sobretodo, el que pase lo que pase le seguiremos queriendo y apoyando. Una buena manera de ayudarle, es en ocasiones crear pequeñas situaciones que indirectamente le estimulen a acercarse a la tarea, sin que sienta que le estamos presionando o pidiendo directamente. Y aquí se abre un abanico inmenso de posibilidades poniendo al servicio la creatividad de los padres.
- Y por último, hacer una pequeña reseña a la idea de que en muchas ocasiones, detrás de las reacciones poco adaptativas de los padres ante los fracasos escolares de los hijos, o la presión emitida sobre ellos para obtener resultados buenos, está la propia dificultad de estos para manejarse con sus propias sentimientos, el afrontamiento ante su propio concepto de fracaso o ideas erróneas acerca de qué significa ser un buen padre.
Os invito pues a que reflexionéis acerca de cómo es vuestra actitud ante las preocupaciones de vuestros hijos, y si con ellas les estáis ayudando y acompañando en su normal proceso madurativo, o estáis contribuyendo a que sus miedos se queden anclados, impidiendo ese desarrollo.
Ana B. Taboada. Psicólogo
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