Hablando a colación de las fiestas de carnaval con un familiar, me llamó la atención un comentario, en el cual venía a decir algo así como que estaba deseando ponerse el disfraz que había escogido, dado que el personaje que representaba tenía todo lo que esta persona quería ser, y con lo cual, me decía…se sentía indentificada.
Esto me hizo pensar, y caer en la cuenta, de que algunas personas viven el verdadero carnaval el resto del año, y necesitan que llegue un día especial, para darse el permiso de ser ellos mismos, y de identificarse con aquello que creen es realmente suyo, pero solo rescatado un día al año. ¿Y que ocurre el resto del año?
Me hago cargo de lo difícil y cansado que debe ser el “saberse” disfrazado constantemente, del dolor que produce la carga de soportar un disfraz y unas “ropas” que no nos pertenecen, un día…otro día… y otro…Y me pregunto…en qué momento yo he dejado de ser yo, para convertirme en una careta? En qué momento he renunciado a mis gustos, mis deseos, mis necesidades….
¿Sería cuando en una ocasión expresé un deseo y este fue rechazado por mi entorno?, ¿sería en un momento en el que, al ser yo mismo, alguien querido me dijo que “no me quería”?, ¿sería en un momento en el que el dolor era tan insoportable que lo disfracé de “al mal tiempo, buena cara”?, ¿sería en un momento en el que alguien se permitió el decirme a mí “como tienen q ser las cosas”,” lo que está bien y lo que está mal”?...
Fuera cuando fuera…lo que está claro es que “fué en un momento” en el que yo era niño, débil, sin fuerzas, me sentía pequeño, y preferí verme “disfrazado” a verme despreciado, moralizado, sentenciado, no querido, burlado, no aceptado..
Es importante que nos demos cuenta de que hoy no es ayer…hoy ya no soy pequeño, no soy débil, y tengo la fuerza suficiente para “izar anclas”, para darme ese permiso a quitarme una a una todas las capas de la cebolla que no me pertenezcan, hoy podemos atrevernos a decir cuanto deseemos, a sentir cuanto necesitemos, y ser aquello que queremos ser. Que por otro lado, siempre ha estado ahí, pero enjaulado.
Hoy podemos afrontar el sabernos despreciados por los otros, cuando no aceptan nuestra esencia…porque sabemos que en ese acto está encubierto el propio rechazo a sí mismos….Hoy sabemos que podemos expresar una idea o un sentimiento libre de culpas, porque el que nos condena funciona normalmente con una moralidad “infantilizada”, puesta al servicio de sus propias neuras…. Hoy podemos sentir dolor si eso es lo que nos toca, y no esconderlo, porque sabemos que el dolor no es un tabú, que forma parte de la vida, y que solo atravesándolo y dejándolo atrás podremos sentirnos libres…..
Hoy ya nos somos aquellos niños que pequeños y temerosos aceptábamos el espacio que a los otros le sobraba, y lo ocupábamos con el beneplácito de nuestras familias y amigos, que adormecían nuestra angustia con aquello de “que buen hijo es…que buen amigo es….” Confundiendo esta “buen”, con el hecho de nuestro comportamiento fuera lo que los demás esperaban que fuera…
En vuestras manos está…si queréis seguir fingiendo que sois aquellos niños adormecidos, y vivir con la insoportable carga de un disfraz que no os pertenece, o si queréis quitaros las cadenas, y sentir que el carnaval solo se vive una vez al año, porque el resto de el tiempo…puedo SER YO.
FELICES FIESTAS!!!!
Ana Taboada. Psicólogo.
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