12 feb 2013

Victima




Hay una forma curiosa de estar en el mundo, con la cual creo que todos nos podemos sentir indentificados en algún momento de nuestras vidas. Y es, la situación de Victima. Cuando nos colocamos en este lugar, tenemos pensamientos del tipo de: “que mala suerte tengo, que mal me trata el mundo, que mala es la gente conmigo, cuanto de mal se han portado conmigo en esta o aquella situación, que desgraciado soy, cuanto me han humillado, pobrecito de mí que el mundo me trata mal… y yo…con lo buena persona que soy….



Ojo…este lugar donde nos colocamos, es escogido “responsablemente”, es decir, no nos ha tocado por casualidad, ni el mundo es tan malo, ni yo soy tan bueno. Solemos escoger este lugar, y colocarnos en una situación vulnerable, porque evitamos de este modo asumir la responsabilidad de decidir qué hacer con nuestras vidas en cada momento….y ponemos en bandeja “al otro” que decida por nosotros….eso sí…después le pediremos responsabilidades y le diremos cuanto de mal se ha portado, porque nos ha hecho sufrir.



Pero…¿cuánto de responsabilidad tengo yo en eso que me ha pasado? He marcado mis límites? He dicho al otro lo que quiero, lo que siento, lo que necesito, para orientarlo y ofrecerle un mapa por donde andar en cuanto a la relación conmigo?,….o al contrario, he dejado que los demás hagan y deshagan con mi vida, sin ofrecer una queja, sin decir lo que yo quiero?....para después pedirle cuentas….



Si no ponemos límites a los demás para protegernos, para defender lo nuestro, para que el otro sepa hasta dónde puede llegar, y a partir de donde no puede pasar….el otro no sabrá orientarse y se adentrará en función únicamente de sus necesidades, sin contar con las nuestras, llegando al punto de anularlas o contribuyendo a su represión.



Hay situaciones a lo largo de nuestra vida donde parece que obtenemos cierto placer o satisfacción al colocarnos en este lugar, pero cuando uno alcanza la adultez y se adentra en el mundo de la madurez, nos damos cuenta de que esta postura no solo no nos hace felices ni nos ayuda en absoluto, sino que nos deja a merced siempre de lo que ocurra a nuestro alrededor, y somos pasto de la satisfacción de las necesidades de los otros, fruto de nuestra falta de responsabilidad a la hora de ir tomando decisiones, las pequeñas decisiones de todos los días que marcan la diferencia entre sentir que controlamos nuestra vida o sentir que nos la controlan.



Ana Taboada. Psicólogo.

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