Algunos de los que trabajamos en el campo de la salud, especialmente las ramas que intervienen de una forma global sobre las personas, como la psicología, optamos en ocasiones por referirnos a las personas con las que trabajamos como "clientes" y no "pacientes".
Y desde luego, al menos en mi caso, esto no se produce de una forma arbitraria o sin sentido. Y me explico:
La elección del término cliente, puede parecer que deriva de un deseo de relación comercial entre profesional-cliente, donde el cliente paga por unos servicios que proporciona el profesional, sin más interés que ese. Esta puede ser la relación más común a nivel comercial que existe en el mercado de los servicios proporcionados por profesionales, pero evidentemente cuando hablamos de las ciencias de la salud, la terapia, el coaching, la psicología, ..esta relación va más allá de una relación estrictamente comercial. Un profesional de este tipo, implicado en su trabajo, y que ama lo que hace, pone el alma y el corazón en su quehacer, porque no trabaja con papeles, máquinas, u ordenadores...trabaja con personas, y de esto se deriva que aunque haya un intercambio económico de por medio, el interés monetario va acompañado del deseo de hacer bien su trabajo, de ofrecer unos servicios de calidad, y cuando trabajamos con personas la calidad supone, acompañar, entender, apoyar, transmitir, amortiguar, ayudar....y porqué no...amar, a la persona que se tiene en frente.
La elección del término cliente se debe en este caso por una cuestión de neutralidad, en relación con la palabra "paciente". Esta última, utilizada en muchos ámbitos y desde hace mucho tiempo, viene cargada ya con una serie de connotaciones que desde mi punto de vista puede afectar al futuro proceso personal que el "paciente" vaya a atravesar con el profesional elegido.
Por un lado, la palabra "paciente" ha connotado en muchas ocasiones una actitud por parte de la persona, paciente....de espera...es decir de poca implicación por su parte, creyendo que las herramientas para "curarse" están solo del otro lado...que se las proporciona el profesional y que él solo ha de esperar que sus tratamientos surtan efecto. Hoy sabemos que esto no es así... de poco sirve que uno acuda a un profesional, si el concepto interno y las expectativas que tiene de una terapia, es que por arte de magia el profesional le dará una serie de remedios para que sus problemas desaparezcan. Hoy en día un buen profesional en este campo, trabaja para ofrecer al cliente una serie de herramientas, ya de por si en su poder, para poder enfrentarse a todas las problemáticas que le surjan. El proceso se invierte, en el sentido de enseñar al paciente a reconocerlas en sí mismo, y empezar a utilizarlas. Por eso la actitud no tiene nada de "paciente", la actitud no es "esperar" a que las cosas ocurran solas, sino que uno ha de poner de su parte, es un trabajo personal donde la persona se convierte en el verdadero protagonista de su propio proceso personal, escogiendo en cada momento hasta dónde quiere llegar, que quiere atravesar o no, y asumiendo la responsabilidad de todas sus elecciones y las consecuencias de sus elecciones.
Por otra parte, el concepto "paciente" puede representar mentalmente la imagen falsa de inferioridad de la persona en relación al profesional que le va a tratar, porque de entrada se coloca en una postura vulnerable ante él, dado que el "paciente" es el que viene presentando su aparente "incapacidad" o "dificultad" para solventar sus propios problemas, y puede ver al profesional como la "persona equilibrada" que tiene mucho que enseñarle y que sabe como enfrentarse a absolutamente todas las situaciones. Esta idea supone un mito, una concepción falsa, e incluso una careta que muchos profesionales han cargado muchas veces, para transmitir la sensación de imperturbabilidad, la posesión de la sabiduría y la capacidad de trasmitirla a otros. El terapeuta, el profesional de las ciencias de la salud, es un ser que esté en permanente proceso interno, de aprendizaje, de desarrollo humano, de afrontamiento de situaciones que "perturban" su estabilidad o equilibrio. La diferencia en relación al "paciente" es que el profesional tiene una formación y una experiencia o un entrenamiento que lo dotan de una serie de habilidades, para poder acompañar a otros en sus propios procesos personales, pero no les acompaña desde la posesión de la sabiduría, sino desde la asunción de sus propias dificultades, incapacidades, procesos internos, o neuras. Solo reconociendo su propia locura, el profesional puede acompañar en la locura de los demás.
Por eso, cuando yo recibo a un cliente, no lo hago nunca desde detrás de una mesa...que suponga una barrera, colocándome yo en el lado del "equilibrio" y forzando ya de entrada a que el cliente se coloque del otro lado....en el lado del "desequilibrado"...
En el caso de utilizar una mesa....nos colocaremos los dos del mismo lado...porque los dos estamos iguales, atravesando cada uno por lo que tenga que atravesar, él escogiéndome para que le ayude, y yo escogiéndole para acompañarle en su proceso.
No importa la palabra que utilicemos, siempre que refleje la realidad "real" a la que se refiere, pero sobre todo se tenga claro el concepto al que queremos referirnos. Los clientes con los que trabajamos son "personas", y nunca meros proveedores de un sustento de vida.
Ana Taboada. Psicólogo.
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